Por Vionette Pietri, J.D.
Siempre he sentido que nosotras las mujeres somos más felices cuando no olvidamos nuestra niña interior. Cuando dejamos que salga esa inocencia en ciertos momento, esa alegría de vida, esos deseos de reír duro, sin importar que nos miren, de montarse en un columpio y volar alto, de bailar descalzas y libres…
Mi niña interior me dice que puedo lograrlo todo. Esa niña indefensa que tenía tanto miedo cada vez que veía a su madre ser golpeada, maltratada, y herida una y otra vez. Esa niña que vivió el terror del abuso sexual infantil, nunca dejó de soñar con un mañana mejor. Con vivir una gran vida. Con ser una voz que se escucha. Mis mejores recuerdos de niña los viví junto a mi padre y mi abuela Virginia. Mi padre se encargaba de que la inocencia en mi y en mi hermana mayor Yasmin se mantuviera intacta. Nos alegraba la vida, nos compraba libros, me motivaba a escribir la vida que quería para mi, pues desconocía tanto dolor en mi corazón. Esa niña en mi fue tan amada por su abuela que más no hubiese sido posible. Empoderada por sus tias, consentida por muchos.
En un viaje a presentar una obra de teatro en mi país, Puerto Rico, coincidí con mi mejor amiga de infancia, Zulma Rodríguez. Recuerdo ella me contó que en una ocasión que era el primer día de clases cuando nos vimos quedamos enamoradas cada una de las medias de la otra. Me contaba que fuimos a cambiarnos las respectivas medias en el baño. Me estuvo tan curioso y tan divertido nuestro gesto, pues no recordaba ese momento tan inocente compartido por ambas. Fue entonces cuando ella me contó muchas otras cosas que no me acordaba. En ocasiones cosas que duelen las olvidamos para protegemos, y en el proceso olvidamos otras. Sin embargo, hubo algo que me dijo que me hizo tan feliz y fue cuando me habló sobre mi madre. Me dijo que ella era una mujer admirable. Que nadie podía advertir lo que vivíamos a puerta cerrada. Tal vez ella sí lo notaba porque yo le contaba y porque nos visitaba frecuentemente.
A pesar de todo lo vivido, recuerdo a la niña feliz, a la que no le importaban las apariencias. La que jugaba “bolita y hoyo” y le ganaba a todos los nenes, a pesar de los regaños de mi hermana Yasmin que era siempre tan femenina. Recuerdo que mi hermana le dio la queja a mi padre, y él le dijo: “Tienes que dejar que ella sea tal como quiera ser”.
Fui la niña que aprendió a no llorar porque le decían en la escuela que se parecía a Betty Boop. Yo que era tan estudiosa, llegó el momento que no quería entrar a la escuela. Mi madre un día me dijo: “hoy no vas a estudiar”. Me sorprendió y me dio una gran lección de vida ese día. Me llevó a una tienda donde se hacían las camisas en el centro comercial del Mayaguez Mall. Ella eligió colocar la foto de Betty Boop en la blusa y encima mi nombre VIONETTE. Le pregunté porqué hacía eso y muy sabia me respondió; “Hija querida, si no puedes con los enemigos únete. Cuando te digan Betty Boop, le vas a responder muy feliz su frase: bubupirú!. Cuando tus amiguitos se den cuenta de que no te están molestando no van a seguir llamándote así “. Dicho y hecho. Ese viernes casual fui con mi blusa de Betty Boop e hice exactamente lo que mi madre me había dicho. Al final, me convertí en una de las más famosas de la escuela.
Entendí tantas cosas. Una de ellas, que la confianza en nosotras mismas proviene desde niñas. De aceptarnos tal como somos, sin importar lo que digan los demás. De ser fuertes, audaces, atrevidas, libres. En esta carta a mi niña interior le diría: Gracias por vivir dentro de mí. Por cada sobrino(a) y niño(a) que disfruta y atesora esa niña en mí.
Desconozco tu historia, pero te invito a que la compartas en nuestro sitio web: www.latinasewmpowermtent.com Comparte una carta a tu niña interior.
Vionette Pietri es abogada, autora, Top Million Producer Realtor, conferencista internacional, Directora de la Fundación Baila Corazón y Vionette Pietri Latina Women Empowerment.
laislaoeste@gmail.com