Cuando los hijos se convierten en “padres” de sus progenitores

Por Ada Padró González / psicóloga y gerontóloga

Somos muchos más de lo que creemos.  Cada semana dedicamos 20 o más horas a “cuidar” una persona mayor que amamos.   Ya sea para comprarle recetas médicas, ayudarlos en los quehaceres domésticos, llevarlos a citas médicas y /o al supermercado… o simplemente brindarles compañía.

Una de cada cuatro familias tiene un “cuidador”. ¿Quién es ese cuidador?    ¿Quién es el objeto del “cuidado”?  ¿Cuáles son las presiones sico-sociales  envueltas en esta relación?  Veamos.

El Cuidador

Es un adulto cuya edad puede fluctuar desde los 20 años hasta los 70 años. Ante el fenómeno de la longevidad humana, cada día es más común observar adultos envejecidos cuidando a  otros adultos aún más envejecidos.   Esta situación impacta más de cerca e a la mujer, quien en promedio vive unos seis a siete años más que el hombre. Las viudas y divorciadas abundan mucho más que los viudos y divorciados.  Es  una escena del diario vivir observar en pasillos de centros comerciales, en la carretera, y en oficinas de médicos, parejas de hija-madre, ambas notablemente envejecidas. Por otro lado, a la mujer (sobre todo la de la generación de los “Baby-Boomers”) se le adjudica responsabilidades extraordinarias como fuente de apoyo emocional para el componente familiar.

¿Quién es el “recipiente de cuidado”?

Es un adulto de 66 años o más, con serias complicaciones de salud, envejecido dramáticamente, con problemas de movilidad, y escasos recursos económicos.  Si a este cuadro se le añade la soledad y el sentirse “atrapado” en un cuerpo anciano, mientras la mente permanece relativamente joven, el resultado es uno de tristeza e impotencia profunda.  El que es objeto de “cuido” es un padre, una madre, una tía muy querida, una hermana, un hijo, el esposo / la esposa o…simplemente un amigo.  Sin embargo, en términos generales cuando el que recibe el “cuido” es el padre o la madre, se generan muchos sentimientos encontrados de culpa excesiva, frustración, impotencia, tristeza y una sensación de estar “abrumado(a)”.

¿Cuáles son las presiones y agravantes sicosociales?

Con el advenimiento de una mayor longevidad, somos muchos los hijos adultos que nos hacemos cargo del cuidado y atención total, de nuestros padres envejecidos. (El término envejeciente nos aplica a todos desde que somos concebidos.  Envejecido suele ser más apropiado para denotar maduración y /o deterioro biológico). Una de las fuentes de mayor preocupación es la seguridad del padre / madre que vive solo. Si normalmente un padre pasa las de Caín para encontrar un Centro de Cuidado Diurno para sus infantes y niños, el problema se triplica cuando es el hijo el que debe peregrinar en búsqueda de un lugar de cuido, confiable, para el padre que ya no puede vivir solo.  Los “hogares” o Centros de Cuidado Diurno para Adultos son escasos, muchos son muy costosos y otros no resultan confiables.

Cuando el envejecido se torna frágil por razones de salud, tenerlo en el hogar puede ser fuente de trastornos y agonías. El dejar a un anciano solo, todo el día en una jaula de oro (o panteón de cementerio de vivos) de urbanización cerrada o en el Penthouse del Piso 18, podría ser causa probable de maltrato y abandono.  Siempre existe la alternativa de contratar servicios de cuido en la residencia familiar.

La limitación de medios económicos del ciudadano promedio es un agravante ante el hecho de tener a un padre seriamente enfermo y no tener con qué sufragar los costos de un servicio de cuidado dedicado, ni el tiempo disponible para brindar el cuidado uno mismo.  Las entidades que proveen servicios de comida caliente son mayormente del gobierno y sus participantes deben probar fuera de toda duda, que no cuentan con medios suficientes para sufragar parte de su sustento.  Por otro lado, los Centros de Cuidado Diurno para Adultos resultan escasos ante la demanda de servicios.

Finalmente, los Hogares de Cuidado Especializado vienen en dos versiones: Versión A: Tipo hotel de lujo: onerosos y prohibitivos para el bolsillo del cuidador promedio.  Versión B: Te veo, ahora no te veo: Estos son los que se presentan muy bien, pero luego de cierto tiempo, levantan muchas sospechas e inconsistencias ante el escrutinio del ojo auditor.

De otra manera, los hijos de padres frágiles cuentan con muy poca ayuda de índole psicológica. Es muy importante que los adultos jóvenes de hoy se eduquen procesos tales como:

  • Prepararnos para su proceso de envejecimiento.
  • Planificar nuestra jubilación y anticiparla como una etapa de salud y disfrute, en todos los sentidos, para prolongar la autosuficiencia a un máximo.
  • Equiparnos con destrezas de acoplamiento y ajuste que nos ayuden a manejar con ecuanimidad el deterioro biológico y hasta la muerte de nuestro envejecido favorito y queridísimo.

El reto que enfrentamos como pueblo, debe ser compartido tanto por las agencias de gobierno como por la empresa privada.  En el caso de éstas últimas, además de sus roles primarios financieros y de mercado, su gran oportunidad está en contribuir al medioambiente ecológico y social de su entorno.

Una forma de hacerlo es facilitando y apoyando el reaprendizaje continuo de su gente, y estimulando la conciencia de que las probabilidades de que vivamos muchos años son bien altas, más vale que nos cuidemos física y mentalmente, para que al final no seamos una carga ni a la familia ni a la sociedad.

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Un comentario sobre “Cuando los hijos se convierten en “padres” de sus progenitores

  1. Saludos! Me gusta mucho leer sus columnas y me ayudan y consuelan mucho. Estoy cuidando a mi mamá que está bien pero su mente pues ya olvida mucho y no ayuda su carácter que siempre ha sido autoritario y dominante. La amo mucho pero me siento drenada. Me gustaría que escribiera cuando le echan la carga a una sola persona teniendo hermano(s) para ayudar en el cuido aunque fuera por poquito tiempo para recargar fuerzas. Gracias.

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