Por Rossana López León / Senadora por el Partido Popular Democrático
El asesinato del ciudadano afroamericano George Floyd en Minessota el pasado 25 de mayo, luego que el policía de Minneapolis, Derek Chauvin, se arrodillara en su cuello durante al menos siete minutos hasta causarle la muerte mientras estaba boca abajo en la calle y esposado, ha abierto una herida con profundas implicaciones en Estados Unidos y en el mundo entero. A pesar de vivir en el tecnológico y globalizado siglo XXI, como sociedad debemos admitir que aún arrastramos con manifestaciones del pasado que fomentan el discrimen contra las minorías y contra quienes muchos todavia erroneamente llaman distintos.
Ante el principio sagrado de fomentar la igualdad entre los seres humanos, sabemos que el racismo es altamente condenable y las demás manifestaciones del discrimen también lo son. Por eso sostengo que el caso de George Floyd nos debe servir de ejemplo para combatir todo tipo de discrimen. A diario vivimos el discrimen contra la mujer en muchos ámbitos, en el laboral, en el político y en el académico, entre tantos otros. Viven el discrimen los miembros de las diversas comunidades LGBTTQI, también los ciudadanos de edad avanzada, los que tienen impedimentos físicos, inmigrantes, mentales o los militantes de diversas ideologías políticas. De igual manera vemos discrimen en otros temas de los que se habla poco, como el discrimen en las zonas urbanas contra los que proceden de zonas rurales, y también discrimen contra quienes practican su religión abiertamente.
Tristemente parece que vivir en minoría es garantía de ser señalado y ser motivo para que los opresores hagan de las suyas. Diversos estudiosos de la ciencia social han teorizado por décadas cómo transformar la sociedad para hacerla una más justa, donde el respeto y la igualdad sean la norma. Yo apunto al valor de educación para transformar la sociedad, una educación que sea amplia e inclusiva y donde el ingreso económico o el origen de las personas no sean un impedimento. También vemos que ciertas tradiciones y costumbres, que son parte de nuestra cultura, tienen sus cuotas de discrimen y contra ese veneno, sostengo que la educación es el gran antídoto.
Para hacer florecer ese proceso educativo, el análisis debe iniciar con nosotros mismos para luego educar a los demás. ¿Cuantas veces nos hemos visto discriminando contra los demás, repitiendo frases, refranes o lo que pudieran parecer chistes? Desde ahí debemos comenzar el proceso de erradicación de las diversas manifestaciones del discrimen. Mis experiencias cuando joven como misionera en Haití, como estudiante en Puerto Rico, Estados Unidos y luego en mi vida profesional, he combatido las manifestaciones del discrimen. Como Procuradora de las Personas en Edad Avanzada y ahora como senadora, he ampliado ese campo de acción que va más allá del racismo que dolorosamente estamos viendo ahora en Estados Unidos y que no es exclusivo de esa nación, ya que nosotros en Puerto Rico también tenemos mucho camino por recorrer.
En el caso nuestro de San Juan, como capital y como centro político, económico, industrial y académico de Puerto Rico estamos formados por múltiples comunidades donde tenemos que trabajar y prosperar juntos. Como candidata a alcaldesa, mi compromiso es continuar la lucha por el respeto a igualdad de todos los ciudadanos, más allá de cualquier color, condición o ideología. Hoy comentamos con dolor y rabia el caso de George Floyd, pero recordemos que el discrimen va más allá del racismo. A todos los convoco para combatir todo tipo de discrimen en nuestra sociedad.
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