El trabajo por vocación

Por Nelson Arnaldo Vera Hernández / Catedrático en Sociología UPR Aguadilla

Durante el proceso del toque de queda ordenado por el Estado y el cierre de operaciones de muchas empresas, la cantidad de personas que quedaron desempleadas fue escalando. Puerto Rico se integró a la situación que experimentaban los otros países del planeta. Desde el 16 de marzo del 2020, principalmente la fuerza laboral privada fue mermando ante el cierre o despidos por parte de sus patronos. Hay que resaltar que hubo casos que fueron comprensibles. Otros no.  

En el caso del sector gubernamental, la situación fue parecida pero distinta. La mayor parte de las agencias o corporaciones públicas decretaron recesos laborales hasta que se pudiera atender la situación de la pandemia a través del aislamiento social. No obstante, la fuerza laboral pública siguió cobrando sus sueldos.    

Fue en el Departamento del Trabajo que este paro tuvo un impacto histórico de solicitudes de desempleo. En este rotativo hubo expresiones a favor y en contra de las actividades desarrolladas por esta agencia. Entre las de a favor estaban lo relacionado a la acumulación de casos y la falta de personal para atender las decenas de miles de peticiones. En contra estaban quienes indicaban que la preparación para el cierre estuvo fuera de la ecuación, algo que ya la experiencia internacional indicaba lo urgente a atender.

La inconsistencia e improvisación fueron los protagonistas. Los servicios en vehículos se consideraron para atender un momento dado. Esto condujo a largas filas y poco contacto empático con los reclamantes de un beneficio garantizado legalmente. Hubo personas que indicaron que esa medida era pura acción mediática. La razón principal era que las oficinas regionales estaban cerradas y los “servicarro” eran por par de días. A ello las acusaciones de pagos por resolver los “puntos controvertibles”.

También se hicieron virales los errores en el envío de las comunicaciones escritas. Desde “la misma” hasta “sin apellido” fueron la orden del día. Rápidamente se hizo el señalamiento a los recursos externos al Departamento. No obstante, se evidenció que el calzado puede quedar muy grande o demasiado pequeño, no justo para ciertos pies.

Esto nos hizo recordar que eso llamado “trabajo” puede ser por deseo, necesidad o vocación. Socialmente es observable personas que indican que “necesitan de un trabajo”. El concepto necesidad trae la connotación de urgencia. Significa que es tener el trabajo porque hay que tenerlo. Aquello de “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Las preguntas que llegan son: ¿tiene el o la solicitante las crendenciales, conocimiento técnico o habilidades para ejecutar la función requerida? Más aún, ¿posee el conocimiento crítico adicional para poder ejercer?

También es observable las personas que desean el trabajo. Los deseos son aspiraciones. En la mayor parte de las veces se carece de los atributos mencionados. Se observa mucho cuando las personas alardean que tienen este o cual trabajo. Incluso cuando constantemente idealizan sobre ese trabajo, aunque fuera por un limitado periodo de tiempo. Pero a la hora de ejecutar, estas características básicas están fuera del ejercicio que realizan.  

Por último, están quienes quieren el trabajo. Son muy pocos quienes idealizan o les urge tener ese trabajo. Lo realizan porque forma parte de la socialización aprendida en el modo de vida. A veces carecen de algún elemento de los mencionados. No obstante, la empatía y superación les brinda de una coraza digna que les permite ejecutar la función con poco esfuerzo. Incluso el aprendizaje informal lleva a estar atento a no tropezar con la misma piedra. Como diría mi abuelo: “dar la milla extra” sin considerar horarios, días o tiempo. Lo importante es ofrecer el servicio.

Son aquellos que poseen pocas quejas en su trabajo. El silencio se convierte en su mayor compañero de labores. Lo técnico lo resuelven rápido por poseer la convicción que es parte de su ejecutoria. Son autodidactas sin esperar que el patrono les de un adiestramiento o les pague por un seminario o congreso. En muchas ocasiones utilizan del salario, vacaciones o espacios propios para prepararse mejor.

En la pandemia los observamos. El maestro de escuela que llevó a sus estudiantes de suministros, asignaciones escritas y hasta un aplauso por completar las tareas o el curso. La líder comunitaria que no esperó porque el Estado le diera suministros para llevar a envejecientes solos en sus residencias. La doctora que su turno de 12 horas terminaba a las seis de la tarde, pero eran las 8 de la noche y continuaba ejerciendo sin recibir paga por las horas extras. Las personas que prepararon comidas calientes, fundas con materiales desinfectantes o que visitaban a los más necesitados. Esos y esas que harían exactamente lo mismo que hacen si volvieran a nacer. En fin, personas que no necesitaban o deseaban, porque su trabajo es su vocación.  

En Puerto Rico y otras partes en el mundo se observan las tres categorías mencionadas. Unas menos que otras. Somos de los que piensa que en esta Isla son más los que poseen vocación. Para muestra con un botón basta.                

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