El esfuerzo de múltiples organizaciones y decenas de voluntarios pretende reforestar acres de mangles muertos para el beneficio de futuras generaciones
Por Luis D. Alfaro Pérez
Las secuelas del huracán María son incontables, pero una de sus consecuencias menos atendidas, a nivel gubernamental, ha sido el deterioro en los ecosistemas costeros. Fortalecer estas zonas de manglares es clave para asegurar que fenómenos atmosféricos futuros tengan un impacto reducido sobre las comunidades que rodean estos bosques.
Gracias al compromiso del Centro de Restauración Ecológica y Conservación Costera: Vida Marina, de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Aguadilla, y una decena de entidades, hace un año atrás comenzó un proyecto de restauración ecológica en los manglares que corren desde la playa Secret Spot hasta la playa Jobos en Isabela.
“Son manglares de cuenca que no tienen una conexión directa con el mar, sino que se llenan por debajo de la tierra, con agua de lluvia y escorrentías. […] Pensamos que [la destrucción] fue a causa del estrés causado por la defoliación y unas inundaciones con agua dulce que, prácticamente, causaron que se secaran todas estas áreas de manglares”, explicó a La Isla Oeste Robert Mayer Arzuaga, investigador principal que dirige la iniciativa.
Desde el 2017, el área ha permanecido prácticamente intocada, salvo por iniciativas de reforestación organizadas por organizaciones sin fines de lucro como Conservación Costera y Para La Naturaleza. Posteriormente, estudios del área realizados por Mayer y sus colaboradores demostraron la necesidad de implementar medidas de restauración ecológica para lograr la reforestación del manglar a largo plazo.
Actualmente, se enfocan en recuperar los mangles próximos a la playa Secret Spot, donde abundan árboles secos y vegetación muerta, uno de los retos del proyecto. Por ello, detalló Mayer, se están despejando unos caminos para acceder a las áreas centrales del bosque.
Ahí, están caracterizando la agua y el suelo del manglar en términos de salinidad, niveles de agua, medidas de pH, y otros parámetros de calidad que permitirán planificar la etapa de siembra de forma más eficiente.
Mientras, desde las inmediaciones de la UPR en Aguadilla, estudiantes colaboradores de Vida Marina y empleados trabajan en la propagación de árboles que se destinarán a reforestar las áreas costeras en Isabela.
“Estamos enfocados en la propagación de mangles negros, blancos y rojos. Tenemos un vivero donde estamos propagando plantas, en la universidad, para luego ser transportadas en esa área”, abundó Mayer.
Escala del proyecto
Por la naturaleza de los manglares, se estima que la reforestación completa tardará décadas, y dado la gran envergadura del proyecto, organizaciones de distintos rincones de la isla, e incluso de otros continentes, se han sumado a esta iniciativa.
Algunos de los colaboradores envueltos en la restauración son el Eden Project de Plymouth University, localizado en Inglaterra; universitarios de la Universityof Wisconsin, en Madison; voluntarios de la Escuela Especializada University Gardens; estudiantes de la Universidad Interamericana en Aguadilla y el programa UpwardBound del recinto en Ponce; alumnos de la UPR en Aguadilla y Mayagüez; las organizaciones Protectores de Cuencas y Network Volunteers; voluntarios reunidos por grupos ambientalistas locales; y, a largo plazo, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA).
En total, se estima que entre 100 a 200 personas estarán involucradas en los estudios, planificación, siembra y monitoreo del proyecto de restauración ecológica a lo largo de su trayecto.
Por otro lado, los costos se están sufragando con una subvención de 1.5 millones a través del Programa de Resiliencia Costera de la Fundación Nacional de Pesca y Vida Silvestre, a raíz de una propuesta sometida por el profesor Mayer en 2020. No obstante, el profesor explicó que, para cubrir los gastos a largo plazo, probablemente habrá que recurrir a subvenciones adicionales y otras fuentes de ingresos.

Una barrera natural
Según el Programa de Manejo de la Zona Costanera de Puerto Rico, algunos de los valores ecológicos que los manglares ofrecen son los siguientes:
- Producen grandes cantidades de oxígeno.
- Sustentan un número considerable de especies vulnerables o en peligro de extinción.
- Estabilizan los terrenos costeros contra la erosión.
- Protegen el litoral contra los vientos huracanados y otros eventos climatológicos de gran impacto.
- Reducen el efecto de las inundaciones.
- Amortiguan los contaminantes en el agua.
“La restauración y conservación de estos mangles tiene un sinnúmero de beneficios. Estos ecosistemas proveen hábitat para muchísimas especies de flora y fauna (algunas de ellas endémicas) al igual que sirven de reserva para el almacén de carbono”, apuntó Alvin Rodríguez Sosa, uno de los estudiantes de la UPR en Mayagüez que está colaborando como voluntario en el proyecto.
En cuanto a su potencial económico, son valiosos para la pesca comercial, y una zona atractiva para el ecoturismo, además de fines recreativos, educativos y científicos.
“Protegen la propiedad pública, privada y la infraestructura primaria, como las carreteras. En Isabela, está [al lado de] la Carretera 466, que se inunda por las marejadas. […] Estos ecosistemas [tienen] una gran capacidad para absorber la energía de las olas y del viento. […] Protegen nuestras comunidades y las hace más resilientes”, explicó Mayer.
Como ejemplo de una comunidad vulnerable a fenómenos atmosféricos por la degradación de los manglares costeros, el catedrático citó a Calle Abajo, en Camuy, donde también estarán realizando un proyecto de restauración a la vez que se desarrolla el de Isabela.
Pese a sus beneficios, entidades como la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, en inglés) han mostrado resistencia a subvencionar proyectos de restauración ecológica. En su lugar, han apostado a infraestructura hecha por el hombre, tales como los rompeolas y los diques, aseguró el catedrático.
Desde el 2017, Vida Marina ha intentado solicitar fondos a FEMA a través del DRNA. Hasta el momento, no han logrado obtener asistencia financiera por parte de la agencia federal.
Amenazas a la conservación ecológica

Algunas de las amenazas que, en tiempos recientes, han afectado a los manglares son la contaminación en las escorrentías, incendios, la formación de vertederos clandestinos, la caza de animales en el área y la tala de mangles para desarrollos de construcción.
Asimismo, el Programa de Manejo de la Zona Costanera de Puerto Rico denota el drenaje excesivo, las canalizaciones, los desmontes en las zonas de captación y las malas prácticas en la conservación de suelos como factores que propician la degradación de estos ecosistemas.
Aunque existe una serie de protecciones legales que prohíbe la tala de mangles, tales como la Ley de Bosques, el Plan de Uso de Terrenos de la Junta de Planificación, y la Ley Orgánica del DRNA, la tala de mangles aún preocupa a la comunidad científica y a los ambientalistas.
En 2016, un grupo de ciudadanos isabelinos detuvo unas obras de urbanización que se pretendían desarrollar en el área de la playa Secret Spot con la remoción y tala de mangles. Al ponerse en contacto con el DRNA, descubrieron que los desarrolladores no contaban con los permisos adecuados para talar árboles y vegetación.
“Esta es un área de conservación clasificada como suelo rústico especialmente protegido – ecológico en el Plan de Uso de Terrenos. […] Además, es una zona inundable. Esta zona siempre nuestro municipio ha tratado de protegerla en el Plan de Ordenamiento Territorial que preparó. […] Reitero que el Municipio de Isabela no endosa ese tipo de permisos y proyectos”, detalló, en aquel entonces, el exalcalde de Isabela Carlos Delgado Altier a través de su cuenta de Facebook.
Según el investigador Mayer, se pueden tomar las siguientes medidas preventivas para la conservación de los manglares a largo plazo:
- No cortar la vegetación.
- No descargar sustancias tóxicas.
- No ir a cazar en el manglar.
- No quemarlos.
- Evitar a todo costo la construcción y talar en los manglares.
- Unirse a esfuerzos de conservación como voluntarios.
Sobre el último punto, enfatizó que parte de la labor en Vida Marina también se dedicará a educar la comunidad y a los maestros para crear una cultura de protección ambientalista que, en el futuro, siga velando por la salud de estos ecosistemas.
Hacia el futuro
El sentido de responsabilidad ambiental ha permeado la vida de cada estudiante voluntario que se ha sumado a la iniciativa. El proyecto ha pasado a emplear varios alumnos oficialmente, gracias a las subvenciones, y otros incluso han pasado a perseguir carreras en el campo de la conservación ambiental.
Tal es el caso de Alvin Rodríguez Sosa, quien inició como voluntario en la escuela superior, prosiguió estudios subgraduados en la UPR en Aguadilla, y, ahora, realiza una maestría en la UPR en Mayagüez con meta de seguir estudios doctorales para laborar en el campo de la restauración ecológica.
“Le recomendaría a otros estudiantes y a cualquier miembro de la comunidad colaborar como voluntario del programa. Es una experiencia muy grata, saber que el trabajo que estás ayudando a realizar tiene un impacto positivo sobre el ambiente y cuyos frutos podrán ser disfrutados por las próximas generaciones”, relató Rodríguez Sosa, quien, actualmente, asiste en la recolección y análisis de muestras de suelo.
Aunque los voluntarios que la iniciativa recibe han disminuido desde que comenzó la pandemia, Mayer confía que tendrán los suficientes para cumplir sus metas, gracias a sus colaboradores y la influencia que el proyecto tiene en la comunidad universitaria aguadillana.
Como parte de esas experiencias formativas nuevas en la unidad académica, el catedrático detalló que se fundó un capítulo universitario de la SocietyforEcologicalRestoration,y se está ajustando el currículo de Biología para permitir que los alumnos obtengan una credencial que les permitirá proseguir estudios futuros y carreras en la restauración ecológica.
“Es nuestra responsabilidad cuidar y restaurar los mangles para poder continuar disfrutando de estos beneficios. […] Aporte su granito de arena, ya sea asistiendo a los eventos de restauración o de la manera que pueda, por el futuro de Puerto Rico y el de las próximas generaciones. Es un trabajo fuerte, pero sumamente gratificante”, exhortó, por su parte, Rodríguez Sosa.
A largo plazo, Mayer Arzuaga apuesta a comenzar proyectos de restauración ecológica en otras zonas costeras claves, tales como Piñones, en Loíza, para asegurar que las comunidades más vulnerables desarrollen un nivel de resiliencia elevado lo antes posible.
Sin embargo, enfatizó en que las entidades gubernamentales necesitan actuar proactivamente para asistir a la universidad en realizar estos proyectos e impulsar política pública que proteja al medio ambiente. Por lo contrario, cae en manos de los ciudadanos construir un futuro más seguro para sí mismos.
“Tenemos que restaurar los ecosistemas y proteger la biodiversidad. Eso nos va a salvar como especies; nos va a permitir seguir viviendo en este planeta”, concluyó.

Luis D. Alfaro Pérez
Periodista independiente. Egresado de la UPR-RP con un B.A. en Escritura Creativa y Comunicación Audiovisual. Miembro de la Society of Professional Journalists y el Instituto de Formación Periodística del CPI.
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