Esfuerzos de conservación e iniciativas recreativas evidencian el legado contínuo del antiguo ferrocarril en el oeste de la isla
Por Ian M. Acevedo Colón
En una esquina humilde del pueblo de Isabela descansa la máquina más importante de Puerto Rico. Su reposo es bien merecido, como el de todo jubilado. Si bien viste su lustrosa pintura negra galantemente, esta no esconde del todo sus cicatrices profundas. Medio siglo de abandono casi destruyó a la American Railroad Company #88, la última locomotora en la isla del Ferrocarril de Circunvalación que hace largos años le dio la vuelta, pero aun así, sobrevive. Hoy, el Museo del Tren de Isabela orgullosamente la exhibe como su pieza principal.
Décadas después de que los últimos trenes transportaran caña y pasajeros por el oeste de Puerto Rico, nació en 2013 los Amigos del Tren de Isabela, una organización sin fines de lucro dedicada a la conservación de los remanentes de los antiguos ferrocarriles puertorriqueños y a la instrucción de generaciones futuras sobre su legado e importancia. La actual corporación y sociedad comunitaria comenzó inicialmente como un grupo de interés común en redes sociales, pero ahora, más allá de sus más de 2,000 miembros en Facebook, maneja el museo como proyecto principal, así como varios recorridos educativos que visitan las distintas ruinas del tren.
La imagen del ferrocarril carga consigo un peso casi mítico en el imaginario colectivo boricua

Como cuenta su presidente, Victor Díaz Cortés, la misión de conseguir a la locomotora #88 partió de un fuerte deseo de conservación y consistió en una labor de alrededor de diez años. Su restauración continúa. Opuesto a su preciosa fachada, su lado izquierdo todavía evidencia su intenso deterioro.
“Nos las hemos tenido que inventar. Tenemos las fotos [de las piezas], sabemos cómo es, tenemos a los arquitectos y a los ingenieros que nos hacen los planos. [Para un panel del costado] hacía primero un bosquejo en computadora, para mandar la pieza a hacer en Estados Unidos; igual la placa. La campana se tuvo que comprar. Aquí hay un año de trabajo, tres hombres trabajando ahí siempre”, explica Díaz Cortés.
A bordo fuera de los rieles

El oeste de Puerto Rico, quizás más que cualquier otra región de la isla, conserva una fuerte herencia histórica del antiguo ferrocarril. Más allá del famoso túnel de Guajataca, protagonista de innumerables fotografías y de obras como el recién video musical del éxito de baile de Bad Bunny, El Apagón, el oeste posee además dos túneles adicionales: el túnel negro de Quebradillas, jungla adentro a pocos minutos de su túnel hermano, y el túnel de Guaniquilla, a minutos de la playa Buyé de Cabo Rojo.


Otros lugares de interés lo son el puente La Bellaca en Quebradillas, que cruza por encima de la quebrada de ese nombre, y el Puente Blanco del mismo pueblo, el cual ocupa un puesto en el Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos por su único valor arquitectónico. El oeste además conserva cuatro de sus estaciones ferroviarias: la estación de Cabo Rojo, actualmente la Biblioteca Municipal Blanca E. Colberg; la estación de Aguada, que ocupó el anterior Museo de Aguada; la estación de San Germán, al borde de la avenida Jorge Alberto Ramos Comas; y la estación de Hormigueros, en desuso pero con exterior rehabilitado y visible desde la carretera PR-319 en dirección a Cabo Rojo.

Más allá de tales atractivos, en algunos sectores todavía se puede recorrer fielmente el camino que cruzaba una vez el tren. Veredas conservadas por Para La Naturaleza en la Reserva Natural Punta Guaniquilla trazan el recorrido caborrojeño en dirección a Boquerón. Las rutas que atraviesan los antiguos cañaverales de las centrales azucareras Coloso en Aguada e Igualdad en Añasco también se pueden recorrer con poca dificultad. Las calles del litoral de Mayagüez conservan las vías del desaparecido sistema de tranvías mayagüezano. Asimismo, los rompeolas de hormigón alrededor del mirador de Añasco, y en Punta Cadenas y cerca de la decomisada planta nuclear BONUS en Rincón fueron construidos originalmente para proteger al ferrocarril en su viaje alrededor de los pueblos costeros.
Al igual que en el resto de la isla, sin embargo, la gran mayoría de los terrenos de la servidumbre de paso del ferrocarril son inaccesibles al público en general. Con la ratificación de la Orden Ejecutiva #357 de 1957, la administración del gobernador Luis Muñoz Marín traspasó los terrenos de la quebrada American Railroad Company a manos privadas, efectivamente sentenciando a muerte el ferrocarril de circunvalación. Hoy, solo por medio de herramientas como el detallado mapa reconstructivo del portal Redescubriendo a Puerto Rico, construido por el historiador Héctor Ruiz junto a múltiples colaboradores por medio de un esfuerzo extenso y detallado de recolección y exploración, es que el público puede explorar con detenimiento el recorrido completo del desvanecido tren.

A todo vapor hacia el futuro
Tanto la labor de los Amigos del Tren de Isabela como la del portal Redescubriendo a Puerto Rico han servido como herramientas fundamentales de la propuesta de Ruta Borinquen, una iniciativa liderada por una coalición de organizaciones comunitarias que busca recuperar la servidumbre de paso del ferrocarril de circunvalación para darle uso como un camino ciclista y peatonal que le dé la vuelta a la isla.
Para el planificador urbano y figura principal del proyecto David Soto Padín, similar al aclamado esquema estadounidense Rails to Trails Conservancy, Ruta Borinquen plantea servir como un conector intermunicipal y una alternativa necesaria, de valor histórico y restaurativo, a la congestión vehícular que agobia el diario vivir puertorriqueño.
“La visión es que siempre haya por lo menos una alternativa [de transporte] en cada región, que si quieres ir al oeste desde San Juan, puedas hacer ese viaje sin montarte en una carretera y compartir los carriles con autos de alta velocidad. Uno pudiese salir de su casa, ir al parque, ir al bosque nacional, ir a la playa sin tener que montarse un carro, y de la misma manera –si uno quisiera hacer ese viaje de turismo al oeste–, uno pueda, en el camino, encontrarse hospederías o lugares en donde quedarse para que pueda descansar y continuar el día siguiente”, establece.
Para contrarrestar obstrucciones debido al desarrollo de los terrenos de la servidumbre, la elaboración de este plan, explica Soto Padín, implicará el involucramiento necesario de las comunidades aledañas al antiguo recorrido ferroviario.
Ruta Borinquen plantea servir como un conector intermunicipal de valor histórico y restaurativo, a la congestión vehícular que agobia el diario vivir puertorriqueño.
“[Los miembros de] estas comunidades son los expertos y conocen los caminos mejor que nosotros, así que en muchos casos pueden identificar rutas alternas a lo que era el camino fiel del tren y por esas rutas podemos desviar el alineamiento, el trazado de la ruta para darle la vuelta a la isla”, precisa. “Si la ruta está obstruida, trabajamos con corredores paralelos”, añade.
Según el planificador, los senderos de Punta Guaniquilla sirven como ejemplo particular de cómo se vislumbra la implementación del proyecto. Fuera de los terrenos de la reserva, diversas asociaciones de ciclistas utilizan frecuentemente y brindan mantenimiento a las veredas que conectan con el túnel. El corredor, en su totalidad, se ha convertido en un atractivo turístico, recreativo y económico de la zona, y tal modelo puede ser ejecutado de la misma manera a mayor escala, reviviendo consigo la historia del tren.
La imagen del ferrocarril carga consigo un peso casi mítico en el imaginario colectivo boricua, de un Puerto Rico que ya no existe y cuyos restos escasean. Más de 60 años después de su desaparición, los puertorriqueños aún seguimos atraídos a sus rastros, le brindamos reverencia. Como la locomotora #88 y todo buen pedazo de nuestra historia, los esfuerzos persistentes para su conservación nos nutren, en todo caso, para que generaciones futuras todavía sueñen en las máquinas más importantes de Puerto Rico, que una vez atravesaron nuestros valles y laderas.


Ian M. Acevedo Colón
Periodista independiente. Egresado de la UPR Río Piedras con estudios en ciencias políticas y B.A. en Información y Periodismo.