Juraron amor eterno frente al cementerio

Por Daileen Joan Rodríguez / Para La Isla Oeste

Mayagüez. Medio centenar de personas fueron este sábado testigos de la Boda del Año.

Los novios e invitados vestidos de negro; un séquito de doncellas «catrinas»; y un féretro que sirvió de podio en la celebración, será en estos días la estampa más mencionada en Puerto Rico y más allá.

Tras 12 años de consumada relación, Sheila Griselis Camuy Castillo de 35 años de edad, e Ildefonso Pérez Basat de 28, celebraron su unión en familia, entre vivos y muertos, frente al Cementerio Municipal de Sábalos en Mayagüez.

Resulta que, el sueño de esta novia era tener presente en su boda a su papá, quien falleció hace unos años. De manera que, Sheila decidió llevar la boda frente a la última morada de su padre, donde además yacen los restos de uno de sus hijos, un bebé que murió al poco tiempo de nacer.

«Yo siempre dije -después de mi papá fallecer- que si me casaba, me iba a casar aquí. Para mí es muy importante» subrayó la novia, que lamentó que los portones del Campo Santo le fueran cerrados para casarse porque -según la razón que dio la administración municipal- «el cementerio no está apto para la ceremonia después del huracán».

«Creo que el huracán María no me ayudó en ese aspecto. Pero estoy contenta. Estoy aquí frente a su casa (la tumba de su padre)», dijo, reconociendo que la idea de casarse de tan particular manera, levantó una ola de críticas a las que optó por simplemente ignorar.

«Después de los gritos del cielo de mi madre… (nada le afecta)», confesó la novia, reconociendo que la primera en alarmarse fue su mamá. Pero añadió que «a ella también le hubiese gustado casarse de negro», por lo que recibió finalmente su bendición. «Lo único fuerte fue lo del cementerio, pero ella me apoya en todo. Ella respeta mucho mis creencias», acotó.

El compromiso de los novios en jurarse amor eterno quedó plasmado con la firma de ambos en el documento matrimonial, utilizando de mesa un féretro que simbolizó durante la ceremonia la imagen presente de sus amados fallecidos.

«Creo que todos vamos a terminar en eso (en un ataúd) y yo no le tengo miedo. En eso descansan mis seres queridos y en eso voy a descansar yo cuando me muera», explicó la novia, ya develada de su manto negro, pasada la ceremonia a cargo de la licenciada Mari Roca.

La abogada reconoció en un aparte, que cuando recibió la llamada de la novia hace unos tres meses, indicando el lugar del evento y todas las especificaciones, pensó que se trataba de una broma. «Pero ella siguió llamando y entendí que era en serio. Entonces procedí en todo», confesó la togada.

«Entiendo que es la primera boda (en cementerio) que se hace en Puerto Rico», puntualizó Roca.

Para los administradores de la Funeraria Fernández en Mayagüez, coordinar el recogido de la novia en un carro fúnebre para llevarla hasta el lugar de la boda, fue un honor.

Según explicó Lynnette Matos, la novia solicitó que como parte de la decoración, le transportaran en un coche fúnebre, algo que al parecer otras funerarias ya habían rechazado por lo controversial que representaba para una boda.

«Realmente, al principio me sorprendió. Pero dada la explicación de que ella quería que su papá y su hijo estuvieran en la boda, entendimos y decidimos ayudarle», dijo Matos.

De igual forma, la pareja recibió el apoyo de familiares y amigos. La madre del novio expresó que se puso feliz cuando su hijo le dijo: Mami te tengo una sorpresa».

«Me dijo: nos casamos. Yo le dije: que bien, ya era hora. Que todo sea por el bien de ustedes», expresó.

Por su parte, Ildefonso dijo estar enamorado de su novia porque son «tal para cual».

«Me gusta todo. Nos parecemos mucho. Nos gusta ayudar a las personas y animales. Tenemos muchas cosas en común», acotó.

La celebración de la boda había sido aprobada por la administración municipal previo al paso del huracán María. Empero, el evento atmosférico alteró la agenda de la novia, quien no pudo ver cumplido su sueño del todo, cuando tuvo que casarse en las afueras del cementerio y no justo frente a la tumba de su amado padre e hijito, fallecidos tiempo atrás.

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Curiosos opinan del evento

«Yo respeto la decisión de ellos. Respeto que cualquiera -dentro de su jucio- haga las cosas como les parece que están correctas» opinó una mujer, quien aunque no fue invitada a la boda, llegó a las inmediaciones del cementerio para ver la anunciada «boda negra».

Sin embargo, para otra de las presentes, «todo tiene repercusiones. Dentro de un sociedad que está enmarcada dentro de unas prácticas tradionales, que entendemos probablemente una celebración como esta, en un marco tan diferente, puede crear -como está creando- novedad y hasta preocupación», acotó.

Asimismo, Madeline Franqui y Norma Iris Bonilla, dos vecinas de Mayagüez, llegaron a ver el acontecimiento desde lejos. Con curiosidad se acercaron maravilladas de ser testigos de una boda tan particular.

«Eso se va a poner se moda. Vélalo. Como pasó con el «muerto parado» (fijación en funerales en Puerto Rico hace unos años, de velar a los muertos en alguna posición). Ya eso va a ser una moda. Verás que ahora esto va a seguir», opinó Madeline destacando la tendencia boricua de avalar las celebraciones curiosas.

Entretando, la novia dijo respetar las opiniones diversas sobre su boda.

«Yo creo que nadie puede entender a nadie el cien por ciento. Creo que Dios nos hizo a todos diferentes y cada cual tiene su manera de pensar. Yo respeto a cada cual. Yo soy yo. Y soy feliz como soy y no puedo detenerme con las opiniones de cada cual», martilló Sheila, a tenor con una evidente y firme convicción.

«Aunque sé que es solamente en cuerpo que ellos están allí (su papá, hijo y familiares muertos) soy bien creyente de que ellos donde están, están mirando también», subrayó la novia.

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