Por Baruch Vergara
Del Arte esperamos una suerte de magia insólita que nos sorprenda o cautive por lo que proyecta. En esta percepción se unen distintas sensaciones y pensamientos que les damos valor. Asociamos con el arte varios conceptos, ya sea: belleza, habilidad, perfección, genialidad, creatividad etc. que tradicionalmente han sido reconocidos.
Ahora bien, en 2013 fue estrenado el documental Tim’s Vermeer, que algunos de ustedes ya habrán visto. En éste, Tim Jenison se propone pintar sin saber nada del oficio, un cuadro del gran pintor del siglo XVII Johannes Vermeer, quien es famoso entre otras cosas por su capacidad de pintar con sumo detalle un realismo casi fotográfico.
El descubrimiento que logra es asombroso, ya que aunque se había especulado que desde el Renacimiento los artistas hacían uso de cierta tecnología para realizar sus obras -como la cámara oscura- no se había demostrado con tanta claridad y veracidad esto. Conocer el proceso que muy probablemente utilizó Vermeer en su trabajo puede tener un choque impactante en lo que se refiere al valor del artista y la obra. Es como haber descubierto el truco del mago. Pareciera que algo místico y mítico se desvaneciera.
No podemos decir que la única valía en las obras de Vermeer estaba en su oficio, sino que también estuvo en la elección de sus composiciones y temas. Sin embargo, en esa época, los pintores contemporáneos a él también tocaban esos temas y nunca igualaron a Vermeer.
Podríamos decir que las composiciones o elección de cómo acomodar las cosas y personajes de las obras fue realmente lo que dio carácter único a su obra. Pero, también pareciera que las condiciones de la cámara y lentes determinaron la composición (aunque no del todo) y ayudaron a que forzadamente la apariencia fuera excepcional y única para su tiempo.
No obstante, el desencanto que pudiera provocar tal demostración del proceso técnico de Vermeer no sólo tiene que ver con la obra o las habilidades del artista. Cuando contemplamos el arte están envueltos un conjunto de valores que hacen el todo del artista y su obra. Descubrir el truco con el que el mago te engañó el ojo cambia tu percepción de la magia. Y no es genial sino ingenioso, ya no es virtuoso sino meticuloso, ya no es perfecto sino obstinado, ya no es estoico sino barroco (acorde a su tiempo). Nótese que las comparaciones no son polarizadas sino de otra acepción y medida. Todo cambió.
Entre otras cosas, Tim pareciera querer demostrar que el arte es objetivo y que la belleza de un Vermeer como él lo “logró” está en la obra y no en quién lo hizo y/o cómo lo hizo, sin tomar en cuenta lo que implica el prestigio de Vermeer. El arte no es tan sólo tener una habilidad, y aunque hay que reconocer que algo del aprecio hacia Vermeer cambió con este descubrimiento, es la suma de las partes lo que constituye un todo.
Al final del documental Tim quiere curarse en salud diciendo que sigue admirando a Vermeer y que era genial (aunque quizás el aprecio le vino porque le tomó 3 meses de trabajo diario el realizar el cuadro) pero a su vez no se aparta de querer dejarnos claro que “cualquiera” con la ayuda de la tecnología puede pintar un Vermeer.
En realidad Tim siempre dudo de la magia y quiso encontrar el truco aunque quizás lo que realmente quería es subirse también al Olimpo haciendo un intercambio de oficios poniendo a Vermeer al nivel de inventor científico como lo es él y Tim graduándose como pintor copiando una obra maestra.
El autor es un artista plástico originario de Puebla, México. Se desempeña sobre todo en el campo del grabado y la pintura vinculando su carácter formal con la reflexión de la Historia del Arte y el mundo contemporáneo. Es profesor de Grabado y Estética en la Universidad de Puerto Rico Recinto de Mayagüez.
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